Cada
persona tiene su historia, su ritmo y su recorrido. Historias que, aun
pareciendo similares en el formato, son únicas e intransferibles. Situando la
cámara en el punto en común que todas ellas comparten, se aprecia la diversidad
de personalidades que confluyen. El encuadre del espacio marca unos límites,
dejando que sea la propia realidad la que sorprenda. Testimonios reincidentes,
dirigidos a observar, repetitivos y ensimismados se apresuran o aguardan la
rutina marcada por el compás del tiempo. El destino es meta de llegada para
unos, estación de salida para otros; para todos, un cruce de caminos.